span.fullpost {display:none;} span.fullpost {display:inline;} DE VIAJES, TESOROS Y AVENTURAS: Eilean Donan: El espíritu de los clanes

miércoles, 24 de junio de 2009

Eilean Donan: El espíritu de los clanes


Por algún motivo, los viejos castillos medievales restaurados desprenden un aire romántico, de cuento de hadas, que da pocas pistas acerca de su habitualmente sangriento pasado. Y en cuanto a violencia, sangre y rencillas, la historia de Escocia es tristemente ejemplar.

Los habitantes de las Highlands escocesas estaban unidos por vínculos de sangre o de vecindad. El clan (del gaélico clann, hijos) era al principio una familia, cuyo jefe, al menos en teoría, era el padre, tras el cual venían los hermanos menores y los tíos y las ramas más recientes, que ocupaban parte de las tierras ancestrales. El cargo de jefe no era electivo, pero en algunos casos se descartaba al heredero natural y se escogía, dentro de un reducido grupo familiar, al líder más adecuado. Las ramas secundarias se transmitían hereditariamente las tierras, que podían arrendar durante periodos más o menos largos. Dado que el poder de un jefe dependía del número de seguidores con que contaba, eran comunes las alianzas, que produjeron grandes confederaciones como la Lordship of the Isles (en las islas occidentales, basada en la dinastía de los McDonald) y el clan Chattan.

Cuando el antiguo sistema patriarcal se fundió con las costumbres feudales, la familia se amplió hasta abarcar a todos aquellos que vivían en las tierras del jefe, reconociendo su autoridad y aceptando su protección, siempre dispuestos a combatir por él en caso necesario. Al original tronco escocés de los clanes (con alguna presencia noruega e irlandesa) se sumaron, entre los siglos XI y XIV, familias de sangre normanda (como los Gordon o los Fraser), británica (como los Stuart) y flamenca (los Murray y los Sutherland). Los frecuentes matrimonios fuera del grupo familiar crearon una red de relaciones que fortaleció posteriormente al clan. En este contexto cobra vida el castillo de Eilean Donan (en gaélico escocés, “La Isla de Donan”), quizá el más emblemático de Escocia por su ubicación y peculiar restauración.

Su emplazamiento es único, en medio del lago Duich, en una isleta donde convergen las rías de Alsh, Duich y Long y rodeado de montañas. Tal enclave no fue fruto de la invención. En los alrededores existen varias iglesias consagradas al santo irlandés Donan, que viajó a Escocia en torno al año 580 d.C. Probablemente existió una comunidad monástica en la isla a finales del siglo VII. Desde el año 800 y hasta 1266, gran parte del norte de Escocia y las Hébridas Exteriores fueron víctimas de la invasión y la colonización vikingas, y los castillos eran una pieza esencial para detener su avance puesto que los escandinavos eran temibles guerreros, pero no disponían de conocimientos ni tecnología para efectuar sitios prolongados ni ataques efectivos contra fortalezas. Eilean Donan nació en ese contexto, en 1220, a instancias del rey Alejandro II, con el fin de proteger el territorio de Kintail.

Un elegante puente salva el brazo de ría que separa la isla de tierra firme. Esta pasarela es relativamente moderna y se añadió en el siglo XX durante la última reconstrucción. En el momento de nuestra visita, durante la bajamar, la zona alrededor del castillo queda cubierta de algas y charcos, pero en cuando la marea sube, la fortaleza queda aislada, convirtiéndose en un hueso duro de roer para las tropas sitiadoras. Cuando se reconstruyó el castillo ya habían pasado los tiempos de guerras de clanes y posibles invasiones exteriores, por lo que el puente supuso un acceso cómodo además de un mirador desde donde se puede disfrutar de la hermosa vista sobre las rías, el cercano pueblo de Dornie, las montañas de Skye y el sólido perfil del castillo

El extremo del puente está protegido por las almenas del bastión y un muro que se extiende hacia el exterior desde el castillo propiamente dicho. Desde fuera, la austera belleza de la fortificación deja espacio a una imagen de romanticismo y fantasía, pero en el interior se entiende perfectamente que la función primordial de la edificación fue siempre la defensa. Un portón da acceso al patio, que a su vez tiene una muralla orientada hacia el lago. Una escalera lleva al alcázar y a la zona de acantonamiento. El ambiente militar impregna todas y cada una de las oscuras piedras de sus muros.

Eilean Donan se convirtió a finales del siglo XIII en cuartel general del clan de los MacKenzie, en cuyo poder permaneció hasta el siglo XVI. La fortaleza fue escenario de frecuentes combates con los McLeods y los McDonalds. El sistema de clanes comenzó a entrar en crisis en el siglo XVII, pero fueron las rebeliones jacobitas, que apoyaban al depuesto rey Jacobo VII de Escocia (y II de Inglaterra) las que dieron al gobierno de Londres la oportunidad de destruir la independencia de los jefes y ejercer severas represalias. En 1719, un destacamento español de cuarenta y seis soldados enviados por Felipe V apoyando la causa jacobita desembarcó en las Highlands, no lejos de Eilean Donan. Se encontraron solos, puesto que los clanes escoceses, desconfiando del éxito de la iniciativa, no acudieron a unírseles como estaba previsto. A la espera de refuerzos, se acantonaron en el castillo.

Pero los rumores del levantamiento llegaron a oídos del gobierno inglés, que dispuso el envío de tres fragatas. Durante tres días de mayo, los navíos sometieron al castillo a un intenso bombardeo sin causar daños serios. Los gruesos muros de hasta cuatro metros y medio, aguantaron el castigo. Finalmente, los ingleses desembarcaron y tomaron la fortaleza sin demasiada resistencia. De acuerdo con los diarios de abordo británicos, el capitán se encontró dentro “un irlandés, un capitán, un teniente español, un sargento, un rebelde escocés y 39 soldados españoles, 343 barriles de pólvora y 52 barriles de balas de mosquete”. Los ingleses utilizaron la pólvora almacenada para volar lo que quedaba del castillo antes de llevarse a los prisioneros a Edimburgo. El resto de la fuerza expedicionaria española, unos 200 hombres, se unieron un mes después a los contingentes de varios clanes escoceses (entre los que se hallaba el célebre Rob Roy) sólo para ser derrotados por los británicos en la batalla de Glen Shiel. Las ruinas de Eilean Donan fueron abandonadas durante casi doscientos años.

En 1912, el coronel MacRae-Gilstrap, heredero legítimo de los MacKenzie, inició la reconstrucción del lugar siguiendo los diseños, un tanto fantasiosos, de George Mackie Watson. Veinte años costó devolver al castillo su antiguo esplendor. Por supuesto, el edificio actual se asemeja poco al histórico. No puede sorprender que, ante tan dilatada y a menudo violenta historia, el castillo de Eilean Donan haya sido reconstruido varias veces. Sus dimensiones variaron a lo largo de los siglos. En la época medieval es probable que las torres y los muros llegaran a ocupar casi toda la isla, con la torre del homenaje en el punto más alto. A finales del siglo XIV, el castillo pasó a ocupar tan sólo un quinto de la extensión original, quizá debido a la imposibilidad de mantener un destacamento de la envergadura necesaria para defenderlo. Por otra parte, el confortable interior se ha transformado en un museo en memoria del clan de los MacRae. Se conservan además elementos decorativos de gran interés: escaleras de caracol, techos abovedados, muebles del siglo XVII, una recreación de la cocina existente en 1932 y estancias señoriales, de entre las que destaca el salón de los banquetes, soportado por hermosas vigas de abeto de Douglas, traídas de Canadá por la rama de los MacRae que emigró allí. El castillo sigue siendo administrado y mantenido por la familia MacRae a través de una fundación.

Enmarcado en un paisaje montañoso y reflejado en las aguas de la ensenada, el castillo es en la actualidad uno de los lugares más visitados, fotografiados y filmados de Escocia. Su silueta ha sido vista en películas como El Señor de Ballantree, con Errol Flynn, Los Inmortales, con Christopher Lambert y Sean Connery o El Mundo Nunca es Suficiente con Pierce Brosnan encarnando a James Bond. El que un día fue símbolo del poder de los clanes y escenario de episodios truculentos y sangrientos, se ha transformado en decorado de película y demandado lugar en el que celebrar bodas. Me pregunto si los pendencieros espíritus de los MacKenzie estarán satisfechos con el cambio…

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