span.fullpost {display:none;} span.fullpost {display:inline;} DE VIAJES, TESOROS Y AVENTURAS: Cataras Victoria: el humo que truena

domingo, 26 de julio de 2009

Cataras Victoria: el humo que truena


“Divisamos unas columnas de vapor, muy acertadamente llamadas “humos”. Desde el lugar donde nos encontramos, la cima de estas columnas se pierde en las nubes. Tienen la base blanca y se van oscureciendo hacia arriba, lo cual aumenta su similitud con humo que se eleva del suelo. Todo el paisaje es de una belleza indecible: unos árboles grandes, de colores y formas variadas, adornan las orillas del río y las islas. Cada uno tiene su fisonomía particular y muchos de ellos están cubiertos de flores”. Esas fueron las palabras que el misionero y explorador escocés David Livingstone (1813-1873) escribió en su diario tras contemplar, la mañana del 16 de noviembre de 1855, un gigantesco salto de agua hasta ese momento desconocido para el hombre blanco.


Los seres humanos han vivido alrededor de las cataratas durante cientos de miles de años. El primer nombre conocido que otorgaron a esta maravilla fue Shongwe, otorgado por el pueblo Tokaleya. Más tarde, los Ndebele cambiaron el nombre a Amanza Thunquayo o “Agua que se levanta como humo”. Los últimos en llegar a la zona, los Makalolo, lo cambiaron otra vez por Mosi-oa-Tunya o “El humo que truena”, los “humos” que mencionaba Livingstone en su diario. Precisamente fueron los Makalolo los que ayudaron al explorador blanco a llegar hasta aquí. La costumbre británica de la época era la de bautizar con nombres ingleses todos los accidentes geográficos que iban consignando en los mapas a medida que avanzaban. Aunque Livingstone no solía ser fiel a esa regla no escrita, en este caso la grandeza del espectáculo que se abría ante sus ojos fue demasiado para él. Aquella maravilla merecía el nombre de una reina, la suya: Victoria.

Tras la independencia de Zimbabwe y el auge del nacionalismo africano, el gobierno se dedicó a cambiar todos los nombres y topónimos pero las cataratas Victoria se salvaron. Sencillamente, el país no se podía permitir sacrificar el nombre de un fenómeno natural tan famoso. Temían que, con otro nombre menos mítico, el turismo potencial (y los ingresos derivados del mismo), no se sentiría tan atraído por el país.

Las cataratas Victoria son el salto del agua más ancho del planeta, extendiéndose a lo largo de 1,7 kilómetros. La primera de las cinco inmensas cataratas, de 106 m de altura y 1.786 m de anchura, es dos veces más alta que el Niágara y una y media más ancha. Cuando las inundaciones se encuentran en su momento álgido –entre abril y mayo- caen más de 600 millones de litros de agua por minuto: el estruendo es audible a más de 20 km de distancia y la nube de humedad que se eleva a 100 metros de altura es visible a 80 km. Cifras que, con todo lo espectaculares que son, no hacen justicia a un extraordinario fenómeno ante el que miles de personas de todo el mundo acuden a extasiarse cada año. Allá donde mires, puedes ver arco iris, algunos de ellos de 360º. Por lo visto, las noches de luna llena, las autoridades del parque abren el lugar para que los visitantes puedan disfrutar del inusual fenómeno de un arco iris lunar.

A Livingstone no le llevó demasiado tiempo averiguar cuál era el origen de tal espectáculo natural. En su diario anotó fríamente: “Las cataratas no son nada más que una fisura en la dura roca basáltica en dirección a la orilla izquierda del Zambeze. Todo este espectacular escenario es el resultado de una antigua elevación del terreno como consecuencia de la cual se abrió un profundo salto en la roca basáltica de la base. En esta garganta, la corriente se precipita hacia abajo a lo ancho de unos 1.000 pasos”.

El explorador estuvo acertado en sus observaciones. El Zambeze, con 2.574 km de recorrido, es el cuarto río más largo de África. Nace en Zambia y su curso recorre una llanura basáltica formada en el jurásico que ido sufriendo diversos movimientos tectónicos con los consiguientes cambios en el fluir del río. Las simas creadas por los movimientos de la corteza terrestre, abiertas en el eje este-oeste, se encuentran con el río, que fluye de norte a sur. Esa línea de encuentro –que a medida que el río erosiona las simas va cambiando su posición con el transcurso de los milenios- es lo que da lugar a las Cataratas Victoria. Al desplomarse por la catarata, el río cae en picado en un abismo llamado The Boiling Pot y, a continuación, se dirige a un cañón sinuoso que se extiende a lo largo de más de 70 km; las olas y los remolinos que se forman constituyen uno de los desafíos más duros del mundo para los amantes de los descensos fluviales.

El fenómeno geológico que ha creado el espectáculo acuático de las cataratas en mitad de un paraje árido y agostado por el implacable sol africano, también ha contribuido a levantar un milagro vegetal a su alrededor. La humedad y el volumen de agua en suspensión que genera el colosal salto de agua crean un microclima que se beneficia de un riego continuo, día y noche, 365 días al año. La vegetación crece exuberante por doquier. La selva tropical que rodea las cataratas es un santuario para aves y mariposas y árboles como el ébano, la caoba, las palmeras, los helechos, las orquídeas, las parras, las lianas y una gran cantidad de plantas trepadoras y rastreras. Todas las especies gozan de un crecimiento generoso gracias a la constante humedad y al humus del suelo.


La pared vegetal a menudo oculta las cataratas, dejando sentir al caminante su presencia sólo por el rugir de las aguas y el frescor que reina en la zona. Existen varios miradores y senderos que bordean la enorme grieta y nosotros optamos por uno de ellos. A mitad de camino, estratégicamente situados, un par de nativos ofrecían chubasqueros y capas de agua. Pasamos de largo, confiados en que nuestras chaquetas impermeables serían suficiente protección. La ignorancia es atrevida. A medida que el sendero serpenteaba hacia la base de las cataratas, el vapor de agua en el aire aumentaba más y más. Cuando tuvimos la montaña líquida a la vista, ya estábamos totalmente empapados. Los chubasqueros eran inútiles. Millones de gotas golpeaban nuestros cuerpos desde todas direcciones. Ni siquiera podíamos sacar la cámara de fotos so pena de que quedara convertida en un montón de mecanismos chorreantes. Era como si nos estuvieran lanzando cubos de agua. Una neblina blancuzca, mezcla de espuma y gotas en suspensión, impedía ver la catarata, aunque era evidente que el monstruo estaba justo frente a nosotros. Desde el borde de la grieta, la luz y el agua se combinaban para moldear un arco iris colgante perpetuo sobre la garganta.


Existen muchas maneras de disfrutar de las cataratas Victoria. Un paseo en avioneta permite apreciar y maravillarse de esta inusual combinación entre las fuerzas geológicas y el poder del agua abarcando toda la extensión de la misma. El rafting del Zambeze es justificadamente famoso y no apto para espíritus débiles. La afluencia de turistas ha tenido como consecuencia el surgimiento, tanto en Livingstone, en Zambia, como en Victoria Falls, en Zimbabwe, de todo tipo de comercios horteras y actividades enloquecidas para extranjeros ávidos de supurar adrenalina a precios nada africanos: puenting, gorge swing, parapente, rap jumping, zip wire, vuelos en helicóptero, en ultraligero, kayaks, paseos en elefante…

La zona goza de una protección especial desde 1934, cuando se creó el Parque Nacional Mosi-oa-Tunya, que en la actualidad se extiende a ambos lados de la frontera entre Zambia y Zimbabwe. Estos dos países han puesto un especial empeño para la protección de los 69 km2 de espacio protegido que en 1989 pasó a formar parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Aunque hoy el lugar se halle bajo la presión del turismo y la amenaza de proyectos para construir presas que aprovechen el potencial hidroeléctrico, sigue siendo uno de los lugares más fascinantes del continente africano.

1 comentario:

Nicolás dijo...

Las cataratas más anchas del mundo son las del Iguazú, con 2700 metros de ancho.