span.fullpost {display:none;} span.fullpost {display:inline;} DE VIAJES, TESOROS Y AVENTURAS: San Pablo: El corazón espiritual de Londres

sábado, 12 de septiembre de 2009

San Pablo: El corazón espiritual de Londres


Londres es una de las grandes capitales del mundo, una vibrante ciudad que concentra un rico patrimonio histórico y un estilo de vida que atrae a millones de turistas cada año. Uno de sus grandes atractivos son sus iglesias, algunas de las cuales se cuentan entre las más ilustres del continente. Existen unos 40 templos en la ciudad a través de los cuales se puede trazar la historia de la arquitectura británica de los últimos siglos. Sin embargo, la mayor parte de ellas palidecen a la sombra de la colosal catedral de Saint Paul.

A los ojos del visitante, St.Paul recuerda al Panteón de París. La misma arquitectura, más pesada que imponente, más maciza que majestuosa, la misma cúpula de doble tambor, la misma utilización de sus espacios puesto que además de lugar de culto, sirve de cementerio de personajes ilustres.

El barrio de St.Paul tiene tras de sí un largo pasado religioso. Algunos afirman que en el lugar que ahora ocupa la actual catedral se levantaba en época romana un templo dedicado a Diana, teoría que nunca ha sido confirmada pero que no tiene nada de peculiar. Los mismos terrenos que fueron considerados sagrados en la antigüedad a menudo han conservado tal significación pasando de una religión a otra. Se cree que se edificó aquí una temprana capilla cristiana, en los primeros años del siglo VII; es seguro, por el contrario, que en este lugar se edificó una iglesia románica en 1087 sustituyendo a un santuario destruido por un incendio. Iglesia a su vez reemplazada en el s.XIII por un enorme edificio gótico de 200 metros de longitud que se consideraba la mayor iglesia de Inglaterra.

El actual edificio, sin embargo, es hijo de un desastre que marcó profundamente la historia de la ciudad. El 2 de septiembre de 1666, hacia la una de la madrugada, se declaró un fuego en una panadería de Pudding Lane. El fuego creció velozmente hasta convertirse en un infierno que devoró buena parte de la ciudad. Entre las construcciones engullidas por el incendio y las derribadas en los intentos por detenerlo, más de tres cuartas partes del viejo Londres desaparecieron. La destrucción de 13.200 viviendas dejó a más de 100.000 personas sin hogar, y la de las sedes de 44 gremios y empresas dificultó seriamente la actividad económica y comercial. El fuego consumió el Royal Exchange, la Custom House, el propio ayuntamiento... y la catedral normanda de Saint Paul. Milagrosamente, las vidas perdidas como consecuencia de la catástrofe no llegaron a la decena.

El incendio trajo dos beneficios inesperados. Por una parte, la purificación por el fuego acabó para siempre con la peste. Por el otro, al rey Carlos II se le abrió la posibilidad de reconstruir la capital para que fuera más habitable y segura. La ciudad cambió de aspecto y no volvió a sufrir incendios de gran magnitud. Desaparecieron las casas de madera y la caótica distribución en callejas y callejuelas abigarradas de viviendas, orientadas según el capricho de cada cual. Las nuevas calles seguían un trazado más racional, que presentaba los edificios ordenados en hilera y erigidos con ladrillos y mampostería. De esa época provienen las manzanas de casas iguales, con los tejados de pizarra y las típicas chimeneas londinenses.

Fue una tarea extraordinariamente difícil para la que se presentaron proyectos inspirados en el urbanismo barroco según el cual se edificaba entonces en el continente. Los grandes edificios emblemáticos fueron también reconstruidos (aunque los actuales obedecen a reformas posteriores), entre ellos 51 templos de los 87 destruidos.

Un año antes del pavoroso incendio, Christopher Wren, joven profesor de astronomía y geometría en Oxford, había permanecido varios meses en el París de Luis XIV. Allí estudió las nuevas obras urbanísticas y las reformas del antiguo pabellón de Caza de Versalles, colaborando con Bernini en el diseño de la nueva fachada oriental del Louvre. Regresó con la idea de concentrarse exclusivamente en la arquitectura, totalmente huérfana en Inglaterra desde la muerte de Iñigo Jones en 1652. Carlos II, que estimaba y admiraba a Wren, lo llamó para que colaborara en la reconstrucción, y en 1669 lo nombró arquitecto real, cargo que conservó bajo sucesivos monarcas durante casi medio siglo. Se conservan aún 24 iglesias proyectadas por él y entre sus edificios civiles se cuentan el palacio de Kensington y sus amplísimos jardines, el Hospital Real de Chelsea y la reforma de las alas este y sur del antiguo palacio de Hampton Court. Pero sin duda fue Saint Paul la gran obra de su vida.

Sin embargo, la participación de Wren en el proyecto del magnífico templo fue algo anterior al incendio. Ya en 1663, tres años antes de la catástrofe, la antigua catedral mostraba preocupantes signos de inestabilidad y deterioro. Wren había propuesto derruir la torre, reconstruir el crucero en una planta más grande y cubrirlo con una cúpula rematada por una gigantesca linterna; la propuesta fue aceptada. Todo arquitecto deseaba construir una gran cúpula, aunque las posibilidades de hacerlo eran limitadas. Brunelleschi construyó la cúpula de la catedral de Florencia en 1420. A ésta le siguió la de la basílica de San Pedro, de Miguel Ángel, a finales del siglo XVI. Probablemente durante su estancia en París, Wren tuvo la oportunidad de contemplar la de la iglesia de Val-de-Grâce de François Mansart y la de la Sorbona de Jacques Lemercier, ambas comenzadas en 1665.

Después del incendio, ya no sirvieron las propuestas anteriores y Wren tuvo que empezar desde cero. El gótico era despreciado y la idea de Wren para Saint Paul era la de un edificio clásico abovedado, sobre el plano de una cruz griega. Las autoridades eclesiásticas no encontraron el diseño adecuado para celebrar las misas ni con el espacio que deseaban para las procesiones, por lo que exigieron un diseño cruciforme tradicional con una larga nave. Dos proyectos fueron rechazados, antes de que se lograra un acuerdo, y aunque éste fue más tarde alterado por Wren, al abrigo de una cláusula que le permitía realizar "cambios ornamentales" y con la complicidad del rey Carlos II, el diseño fue básicamente una cruz latina.

Los trabajos comenzaron en 1675. Wren era arquitecto, no constructor, y formó un equipo muy especializado para construir la catedral. Durante los 35 años que se tardó en levantar San Pablo, se empleó a 14 contratistas encargados de supervisar cada paso del proceso, desde la cantera de mármol de Portland hasta los últimos detalles de la obra. Los trabajos finalizaron en 1708, el día del 76 cumpleaños de Wren, si bien el templo ya había comenzado a utilizarse para ceremonias religiosas en 1697. Como suele suceder en este tipo de ambiciosas empresas arquitectónicas, hubo todo tipo de reacciones: desde las entusiastas hasta las que rechazaban de plano la obra por ver influencias "papistas" en ella e interpretar que rompía con la tradición británica. Una vez que la curiosidad quedó satisfecha tras la inauguración y el asunto dejó de ser una novedad, nadie se preocupó demasiado por todos esos temas. Había pasado a ser parte integrante de la ciudad y estaba allí para quedarse.

Actualmente, aunque el estilo de Wren es descrito a menudo como Barroco Inglés, es muy diferente en espíritu al trabajo de, digamos, Mansart o Bernini. Porque el estilo de Wren es esencialmente académico, moderado, incluso formal y frío. Curiosamente, sus torres, que han acabado siendo elementos sobresalientes en el perfil de la ciudad, no formaban parte del plan original y fueron añadidas en 1707, cuando Wren ya contaba 75 años de edad. La torre noroeste alberga 13 campanas, mientras que la sudeste tiene 4, incluyendo la conocida como Gran Tom, que sólo se tañe cuando muere un miembro de la familia real, el obispo de Londres o el alcalde de la ciudad.


Maciza vista desde el exterior, St.Paul, cuya planta se inspira en la basílica de San Pedro de Roma, es más majestuoso en su interior. Como dijimos, la planta es en forma de cruz; si el visitante camina a lo largo de la nave central hasta llegar donde ésta se encuentra con los transeptos, y mira hacia arriba se sentirá anonadado por la amplitud del espacio y por el vacío central creado por la gran cúpula de 108 metros de altura y 37 de diámetro, la segunda mayor del mundo tras la de San Pedro en Roma.

La cúpula está recorrida por tres galerías circulares, la más famosa de las cuales es la Galería de los Susurros, a la que se accede tras subir una escalera de 259 peldaños y cuyo nombre deriva de su peculiar acústica: el sonido se desliza alrededor de las paredes de la cúpula, de tal forma que cualquier susurro que se emita de cara a la pared será escuchado por otra persona que se encuentre en cualquier otro punto de la galería. Y este fenómeno se produce únicamente con los susurros, no con la voz normal. Esta galería, impuesta a Wren en contra de su voluntad, no es sólo una obra maestra de elegancia, sino también de ingeniería estructural, donde reside el verdadero genio de Wren.

Desde la galería se disfruta de una panorámica de las pinturas que adornan la cúpula así como de la vertiginosa caída hasta el suelo. Aunque el visitante no puede saberlo, la cúpula que él ve desde aquí no es la que se puede contemplar desde el exterior. Efectivamente, la cúpula es en realidad un "truco" arquitectónico compuesto de tres estructuras superpuestas. La interior, recubierta de mosaicos y visible desde las galerías es la vertiente artística; la exterior, la más conocida por ser visible en cualquier panorámica de la ciudad, no juega en realidad ningún papel estructural por muy impresionante que sea; entre las dos se encajona un cono de ladrillos con una doble función: soporta la cúpula exterior y sostiene la elevada linterna que remata la silueta del edificio. Se trata de otra de esas filigranas arquitectónicas cuyo armonioso resultado es lo único que se ofrece a la vista del espectador, ignorante de los minuciosos cálculos, la precisa ingeniería y la habilidosa pericia constructora que han sido necesarios para levantar ese preciso detalle.


Si el Parlamento es el núcleo político de la ciudad y el Museo Británico el centro cultural, San Pablo, catedral anglicana y sede del obispo de Londres, es el corazón espiritual de Inglaterra. Desde su primer servicio religioso, en 1697, sus muros han servido de marco para la celebración de diferentes acontecimientos de relevancia, desde funerales de Estado hasta jubileos y cumpleaños monárquicos pasando por homenajes y ceremonias de acción de gracias en momentos señalados, como el fin de las dos Guerras Mundiales o los ataques del 11 de septiembre de 2001 sobre el World Trade Center. Uno de los eventos más seguidos del siglo, la boda del príncipe Carlos y Diana Spencer tuvo lugar aquí.

Los miembros de la familia real reciben bautizo, matrimonio y sepultura en la Abadía de Westminster, pero muchas otras figuras de importancia histórica fueron enterradas aquí. La cripta contiene más de 200 memoriales que son la única curiosidad que se puede encontrar en el interior, puesto que el tesoro fue desapareciendo con el paso de los años desde el mismo momento de la construcción del templo hasta que en 1810 un gran robo acabó con las piezas que quedaban.


Durante la visita, recorremos toda una serie de plazas, estatuas, monumentos y tumbas dedicados a hombres que por la grandeza de sus ideas, la osadía de sus actos o su mero ingenio, se ganaron un lugar en la cripta al tiempo que en el espíritu de la nación: Lord Kitchener, el duque de Wellington, Horacio Nelson, Florence Nightingale, Winston Churchill, Henry Moore, T.E.Lawrence, Alexander Fleming o Joshua Reynolds son sólo algunos de los nombres que destacan junto a las largas listas de soldados muertos en combate durante las muchas guerras en las que su país ha participado


Fue durante una de esas guerras cuando el edificio corrió serio peligro de ser destruido. Entre octubre de 1940 y abril de 1941, su estructura fue alcanzada por varias bombas alemanas en el transcurso de los intensos ataques aéreos que sufrió Londres. El 12 de septiembre de 1940 una bomba con retardo que había caído en el templo fue desactivada por los artificieros británicos. Más tarde, fue detonada en lugar seguro dejando un cráter de 30 metros. Si hubiera explotado en el interior de San Pablo, habría pulverizado la catedral. El 29 de diciembre de aquel mismo año, un proyectil incendiario cayó en la cúpula, pero consiguió extraerse antes de que el fuego alcanzara la estructura de madera. A aquellos momentos corresponde una de las más famosas fotos del Londres de los bombardeos, con un San Pablo envuelto en espeso humo, simbolizando los horrores y la destrucción de la guerra.

Desde entonces, San Pablo ha disfrutado de un largo periodo de paz, cumpliendo su papel de santuario urbano, símbolo nacional y sobrio marco de ceremonias religiosas y de Estado. El monumental edificio de Wren puede que no inspire el recogimiento de su congregación ni súbitas conversiones, pero su intención era muy otra. Quería levantar un templo que perdurara como evidencia de su genio a través de los siglos. Wren trabajó hasta la ancianidad y murió a los 91 años. El epitafio de su tumba –él fue uno de los primeros en ser enterrados en el interior de la catedral- no deja lugar a dudas de la opinión que el arquitecto tenía de sí mismo: “Lector, si buscas su monumento, mira a tu alrededor”.

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