span.fullpost {display:none;} span.fullpost {display:inline;} DE VIAJES, TESOROS Y AVENTURAS: Gullfoss: de cataratas y vikingas

domingo, 28 de marzo de 2010

Gullfoss: de cataratas y vikingas


Islandia es el país con las cascadas y cataratas más espectaculares del continente europeo. Los motivos de la abundancia de cascadas en esta pequeña nación, tanto en número como en variedad, son diversos. Su situación geográfica en el Atlántico Norte le garantiza precipitaciones regulares en forma de nieve en invierno y lluvia durante todo el año. Su irregular geografía, moldeada por las colosales presiones tectónicas que se revuelven en su interior, facilita la creación de glaciares cuyos hielos, al llegar la primavera, alimentan los cauces de los ríos. Las quebradas, fisuras y grietas resultantes de la acción de terremotos y movimientos que tienen lugar en la unión de las dos placas continentales sobre la que se asienta irregularmente la isla, se suceden a lo largo de los caudales de esos ríos, dando lugar a saltos de agua de una belleza seductora.

Es en Islandia, por ejemplo, donde se encuentra la catarata más caudalosa del continente, Dettifoss, un sobrecogedor monstruo acuático que se precipita a un abismo de espuma con un ruido ensordecedor. Cada catarata es diferente, tiene su propia forma, su propia vida, personalidad y leyenda. Las hay más caudalosas, más elevadas o con formaciones geológicas más o menos peculiares. Pero es una de ellas, no lejos de Reykjavik, la que quizá goza de mayor aprecio por parte de locales y extranjeros, que acuden hasta aquí para contemplar una escena de poder primigenio. Se trata de Gullfoss, la Cascada de Oro, cuyo nombre alude a los fenómenos de refracción en forma de arco iris que la luz despierta en la bruma acuosa.


Los datos desnudos no hacen justicia al espectáculo natural. Gullfoss es un salto de agua múltiple formado por el río Hvitá. Tras salvar una "escalera" de tres niveles, el agua se desploma en dos tramos por una grieta de 32 metros de profundidad que inmediatamente después encañona el río en una estrecha garganta de roca basáltica durante 2,5 kilómetros. El efecto visual para el visitante es que el río, literalmente, es engullido por la tierra.

No conviene acercarse a la catarata sin equipo impermeable completo, puesto que la combinación de nubes de vapor de agua y viento empapa rápida y totalmente a los visitantes no avisados. Y cuando llega el invierno, el paisaje cambia radicalmente: el rugir del agua se transforma en un mundo inmóvil de luz y cristal.

Pero en el caso concreto de Gullfoss, su supervivencia se debe a un tercer factor además del clima y la geología: una mujer. La mujer islandesa, cuya imagen arquetípica combina la belleza nórdica con la fuerza física y espiritual, cuenta en su haber con méritos tan dispares como haber ganado dos certámenes de Miss Mundo y tener entre sus filas a una primera ministra, elegida en fecha tan temprana como 1980. Cuando Vigdís Finnbogadóttir resultó ganadora en las elecciones de aquel año, era madre soltera, con otro hijo adoptado y superviviente de un cáncer de mama; un auténtico símbolo de la determinación, independencia y firmeza de carácter que han caracterizado a las mujeres de este país, descendientes de endurecidos colonos vikingos.

En los tiempos medievales eran ellas las que administraban con mano firme las granjas cuando los hombres salían de pillaje; poseían iguales derechos dentro del matrimonio y bienes propios; podían ser nombradas "jefes" o "caudillos" y disfrutaban de un grado de emancipación e independencia inaudito en la mayor parte del mundo en aquellos oscuros años. Que las mujeres desempeñaron un papel relevante dentro de la sociedad islandesa lo demuestran las sagas y viejos relatos, en los que no escasean las figuras femeninas de fuerte personalidad.

Islandia es de los pocos países en los que las mujeres conservan su apellido natal cuando se casan. Alcanzaron el derecho al voto nacional en 1915 y ya entre 1908 y 1922 se presentaron a las elecciones listas exclusivamente femeninas. En 1983 Islandia fue el primer país en contar en los escaños de su parlamento con diputadas de un partido político formado exclusivamente por mujeres. Prueba de la independencia femenina y los menores prejuicios que alberga la sociedad islandesa hacia las mujeres es que el 66% de las madres son solteras y que ello no implica estigma de tipo alguno.

Y es aquí donde hace su entrada Sigridur Tómasdottir, hija de un granjero de la zona cercana a Gullfoss. Con la ceguera propia de los gobiernos, el islandés decidió autorizar la construcción en las magníficas cataratas de una central hidroélectrica. Sigridur caminó hasta Reykjavík como señal de protesta y amenazó con arrojarse al cañón del río Hvitá. Sus palabras y sus actos calaron tan hondo que el gobierno decidió no solamente paralizar el proyecto sino, además, erigir un pequeño monumento a la decidida mujer. En una cabaña cercana se exponen las fotografías de la señora junto a su historia. Viendo su malencarada y agresiva expresión se entiende al instante que ni el primer ministro se atreviera a llevarle la contraria.

Así que es a la buena de Sigridur, digna descendiente directa de las antiguas y bravas vikingas, además de a la geografía y al clima, a quien debemos el privilegio de poder seguir maravillándonos ante este magnífico espectáculo de luz, color y movimiento.

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