span.fullpost {display:none;} span.fullpost {display:inline;} DE VIAJES, TESOROS Y AVENTURAS: El Palacio Real de Phnom Penh - Decorado para un monarca de película

martes, 16 de julio de 2013

El Palacio Real de Phnom Penh - Decorado para un monarca de película




Cuando los tailandeses conquistaron Angkor a finales del siglo XIV, la disminuida corte jemer huyó hasta una llanura aluvial lo suficientemente alejada de las fuerzas enemigas. Por supuesto, cuando se está empezando de nuevo tras haber sufrido un duro revés y en tiempos de graves crisis políticas, siempre viene bien una ayudita divina. El hallazgo de una reliquia supondría un buen empujón para la hundida moral. Y eso fue lo que sucedió. Una mujer llamada Penh encontró cuatro estatuas de Buda depositadas en las orillas del rio Mekong. Buen augurio que permitiría a la recién fundada ciudad beneficiarse de la afluencia de peregrinos deseosos de contemplar las milagrosas estatuas. Había nacido Phnom Penh (“La Colina de Pehn).

La leyenda ha seleccionado a la buena señora de Penh como ganadora del concurso a fundador de la moderna capital de Camboya. Pero la realidad fue probablemente menos religiosa y sí más pragmática. Angkor estaba mal situada para el comercio y, peor aún, sometida a la continua amenaza del reino siamés de Ayuthaya. Phnom Penh, en cambio, tenía una ubicación más céntrica dentro de los territorios jemeres y estaba perfectamente ubicada para el comercio fluvial con Laos y China a través del delta del Mekong, a la vez que el río Tonlé Sap ofrecía acceso a las aguas ricas en pesca del lago del mismo nombre.

Phnom Penh conservó su estatus de capital real durante 73 años, desde 1432 a 1505. Después, la corte estuvo cambiando de lugar durante 360 años debido a luchas intestinas entre los diferentes pretendientes. Pero la ciudad ya existía y no dejó de crecer: a mediados del siglo XVI, el comercio la había convertido en una potencia regional, atrayendo a gran cantidad de comerciantes chinos e indonesios.

Un siglo más tarde, sin embargo, las incursiones vietnamitas en territorio jemer habían privado a la
ciudad del acceso a las vías marítimas, y los comerciantes chinos conducidos al sur por la dinastía manchú empezaron a monopolizar el comercio. El reino, sin salida al mar y cada vez más aislado, se convirtió en un estado tapón entre los pujantes tailandeses y los agresivos vietnamitas. En 1772, los tailandeses redujeron Phnom Penh a cenizas. Aunque fue reconstruida, se vio continuamente perturbada por las intrigas rivales entre tailandeses y vietnamitas, hasta que los franceses se hicieron con el control de la zona en 1863. Durante todo ese periodo de incertidumbre la población de la ciudad no sobrepasó la cifra de 25.000 habitantes.

El protectorado francés en Camboya dio a Phnom Penh el trazado que presenta actualmente. La ciudad se dividió en barrios o quartiers y muchos monumentos importantes fueron edificados en esa época: el Museo Nacional, el mercado central, los edificios ministeriales… y el Palacio Real.

El impresionante Palacio se alza en el centro de la capital y cerca del río Tonle Sap, no lejos de donde
éste confluye con el Mekong. Con sus clásicos techos anaranjados con ornamentaciones doradas y unas formas verticales y estilizadas, los edificios del palacio dominan la silueta de la ciudad. Es un complejo impresionante, que recuerda a su homólogo en Bangkok. Escondido tras unos muros encalados y a la sombra de impresionantes edificios ceremoniales, el palacio es un oasis de tranquilidad con exuberantes jardines, setos cuidadosamente recortados y macizos de flores elegantemente dispuestos. Todo está tan nuevo, tan recién pintado, luce tan "real" que se diría nos hallamos en un parque temático, sensación que viene reforzada por los grupos de turistas que se distribuyen por los amplios espacios que separan los edificios. Eso sí, las autoridades obligan a los visitantes a mantener cierto decoro en el vestuario: como mínimo es necesario llevar pantalones hasta la rodilla y camisetas o blusas hasta el codo. De lo contrario, ha de alquilarse un atuendo apropiado para cubrirse según lo exigido.

Y es que, al fin y al cabo, el lugar sigue siendo la residencia oficial del monarca y no conviene que turistas occidentales en horribles pantalones cortos o desvergonzados tops sin mangas mancillen el espíritu del sitio. La mitad del complejo está cerrado al público y a los visitantes solo se les permite ver la Pagoda de Plata, el Salón del Trono y sus terrenos circundantes.

El Palacio Real nació con la recuperación de la monarquía jemer en el siglo XIX, tras un periodo de inestabilidad en el que Camboya estuvo cerca de ser absorbida por sus vecinos. La era del toma y daca entre siameses y vietnamitas llegó a su fin en 1864, cuando cañones franceses intimidaron al rey Norodom I (1860-1904) hasta que firmó un tratado que consagraba el territorio como un protectorado. Irónicamente, se trataba de un protectorado literal, es decir, un espacio protegido, porque Camboya corría el peligro de desaparecer del mapa. El control francés de Camboya se ejerció como una campaña supeditada a sus intereses en Vietnam, increíblemente parecida a la experiencia americana que se vivió un siglo después, y que inicialmente implicaba pocas interferencias directas en los temas internos de Camboya. La presencia francesa también ayudó a mantener a Norodom en el trono a pesar de las ambiciones de sus rebeldes hermanastros.

En la década de 1870, los oficiales franceses asentados en Camboya empezaron a ejercer presión para tener un mayor control sobre los asuntos internos. En 1884, Norodom se vio forzado a firmar un tratado que transformó su país en una auténtica colonia, provocando una rebelión de dos años que constituyó el único gran levantamiento en Camboya hasta la Segunda Guerra Mundial. La rebelión tan sólo finalizó cuando el rey persuadió a los sublevados para abandonar las armas a cambio del retorno al statu quo anterior.

Durante las décadas siguientes, los oficiales camboyanos de alto rango abrieron la puerta al control francés directo sobre el día a día de la administración del país, al ver en ello ciertas ventajas. Los franceses mantuvieron la corte de Norodom en un esplendor desconocido desde el apogeo de Angkor, lo que ayudó a afianzar la posición de la monarquía. 


A Norodom I le sucedió Sisowath (1904-1927), y a éste, el rey Monivong (1927-1941). A la muerte
de Monivong, el gobernador general francés de la Indochina ocupada por el agresivo Japón de la Segunda Guerra Mundial, el almirante Jean Decoux, colocó al príncipe Norodom Sihanuk, de 19 años, en el trono camboyano. Las autoridades francesas supusieron que el joven Sihanuk sería un mero títere, pero cometieron un grave error de cálculo. Se convirtió en una figura clave en el desordenado mundo de la política camboyana, un personaje de proporciones épicas, muy dado a posiciones políticas cambiantes, cuyas proezas amorosas (le apodaban "el príncipe galán") dominaron los primeros años de su vida. Más tarde se convirtió en el príncipe que dirigió a la nación en sus primeros pasos tras el fin del colonialismo francés, gobernó Camboya en sus años dorados, fue encarcelado por los jemeres rojos y, desde un exilio privilegiado, al final volvió triunfante como rey. Un camaleón político que ha demostrado ser un auténtico superviviente.

Sihanuk se consideraba el padre de la nación y se dirigía a su pueblo llamándolo "mes enfants". Durante sus frecuentes viajes por el país, multitudes vociferantes se agolpaban a ambos lados de las carreteras con la ilusión de verlo, y había quien recorría largas distancias sólo para tocar el suelo que él había pisado. Era un hombre inteligente, calculador, imprevisible, carismático, apasionado, histérico e increíblemente vanidoso. También era un animal político impredecible y un astuto negociador, como demostró en sus conversaciones con los franceses, que culminaron con la independencia total de Camboya en noviembre de 1953.

El período que siguió a la independencia estuvo marcado por la paz y prosperidad; fueron los años dorados de Camboya, una época de creatividad y optimismo. Phnom Penh aumentó de tamaño y los templos de Angkor se convirtieron en el mayor reclamo turístico del Sureste Asiático mientras Sihanuk recibía a muchos líderes influyentes de todo el mundo. No obstante, la guerra de Vietnam pronto iba a extenderse a los países vecinos.

En 1955, Sihanuk abdicó, temeroso de ser marginado del poder. El “cruzado real” se convirtió en “ciudadano Sihanouk”. Juró no volver nunca más al trono, el cual fue ocupado por su padre. Fue un golpe maestro que ofreció a Sihanuk tanto autoridad real como poder político supremo. Su partido recién creado, Sangkum Reastr Niyum (Comunidad Socialista Popular), ganó todos los escaños del parlamento en las elecciones de septiembre de 1955 y Sihanuk dirigió la política del país durante los 15 años siguientes.

Aunque temía a los comunistas vietnamitas, Sihanuk consideraba a Vietnam del Sur y Tailandia, ambos aliados de EEUU, como las mayores amenazas para la seguridad de Camboya, e incluso para su supervivencia. En un intento por esquivar estas amenazas, declaró la neutralidad de Camboya y rechazó aceptar más ayuda estadounidense, que hasta entonces había significado una parte importante del presupuesto militar del país. También nacionalizó muchas industrias, incluido el negocio arrocero. En 1965, Sihanuk, convencido de que EEUU había estado conspirando contra él y su familia, rompió relaciones diplomáticas con Washington y se alió con los norvietnamitas y China. En privado consideraba que los comunistas ganarían la guerra y permitió que el ejército norvietnamita y el Viet Cong trasladaran sus provisiones en secreto por la línea ferroviaria de Ho Chi Minh y desde el puerto camboyano de Konpong Song. Creía que, al permitir estos transportes, Camboya quedaría al margen de los estragos de la guerra. Era una apuesta arriesgada y con el tiempo se demostró nefasta para el país.

Estos movimientos y las políticas económicas socialistas emprendidas, hicieron que los elementos conservadores de la sociedad camboyana fueran apartados del poder, incluidos los jefes militares y la élite urbana. A su vez, los camboyanos de izquierdas, muchos de ellos educados en el extranjero, expresaron su desacuerdo con la política doméstica. Agravó los problemas de Sihanuk el hecho de que todas las clases sociales estuvieran hartas de la corrupción dominante en las esferas gubernamentales y en los círculos cercanos a la familia real. Según la sabiduría convencional, Sihanuk era Camboya, y su liderazgo, la clave del éxito nacional. Sin embargo, cuando el país se vio afectado por la guerra de Vietnam y aunque la mayoría de campesinos reverenciaban a su rey como una figura semidivina, empezó a ser considerado un lastre. Con la economía destrozada, su obsesivo interés en la industria cinematográfica camboyana y sus anuncios públicos declarando a Camboya “un oasis de paz”, indicaban que era un hombre que no sólo había abdicado del trono sino también de la realidad. A resultas de todo ello, en 1967 estalló una rebelión rural en la provincia de Battambang, que hizo que el monarca considerara que la mayor amenaza para su régimen venía de la izquierda. Cediendo a las presiones del Ejército, puso en marcha una dura política represiva contra la disidencia izquierdista.

En 1969, el conflicto entre el ejército y los rebeldes comunistas había empeorado, pues los vietnamitas buscaban asilo en Camboya. La posición política de Sihanuk se había deteriorado, debido en parte, ya lo hemos dicho, a su obsesión por el séptimo arte, que le restaba tiempo para su trabajo de gobernante. En marzo de 1970, mientras Sihanuk se encontraba de viaje en Francia, el general Lon Nol y el príncipe Sisowath Sirk Matak, primo de Sihanuk, le depusieron como jefe de Estado, aparentemente con el consentimiento tácito de EEUU. Sihanuk marchó a Beijing, donde estableció un régimen en el exilio en alianza con un movimiento revolucionario camboyano que el monarca había apodado “jemeres rojos”. Fue un momento clave para la historia contemporánea camboyana, pues los jemeres rojos utilizaron su asociación con Sihanuk para atraer nuevas incorporaciones a su entonces pequeña organización. Los primeros jemeres rojos afirmaban que “iban a las montañas” (un eufemismo para denominar el alistamiento en el que vivía su organización) para luchar por su rey, y no sabían nada de Mao ni del marxismo.

Se habían trazado las bases para una sangrienta etapa de guerra civil. Sihanuk fue condenado a muerte in absentia, un movimiento excesivo por parte del nuevo gobierno que impidió cualquier tipo de compromiso durante los cinco años siguientes. Lon Nol dio a las tropas comunistas vietnamitas un ultimátum para que se retiraran en una semana, lo que equivalía a una declaración virtual de guerra, pues los soldados vietnamitas se negaban a volver a su país para enfrentarse a los norteamericanos.

El resto de la historia fue una horrible tragedia de guerra, muerte, bombardeos, triunfo de los jemeres y apocalipsis.

El Salón del Trono era el pabellón en el que los consejeros, generales y funcionarios del rey
desempeñaban sus labores. Aún se utiliza con ocasión de ceremonias religiosas o reales (coronaciones, bodas) así como espacio de recepción en el que los diplomáticos presentan sus credenciales. Con forma de cruz, el Salón está coronado por tres espiras, la central de 59 metros de alto y con una cabeza de cuatro rostros de Brahma inspirada en el templo de Bayon en Angkor. Originalmente, se trató de una gran estructura de madera levantada por el rey Norodom en 1870. En 1915 fue demolido siguiendo órdenes del rey Sisowath, quien pasó a erigir uno en piedra. Muchos de los objetos que en otra época había expuestos fueron destruidos por los jemeres rojos.

Muchos de los edificios del complejo se construyeron siguiendo el estilo arquitectónico y artístico tradicional jemer, pero incorporando características europeas provenientes de la influencia francesa. Es a los galos a los que se debe el extraño edificio de hierro grisáceo que vemos en la explanada, diseñado sin tener en cuenta el clima camboyano, que fue ofrecido al rey Norodom por Napoleón III de Francia y que ofrece un extraño contraste con el resto, como si hubiera caído del cielo.

La Pagoda de Plata es el otro pabellón "estrella" del conjunto real abierto a las visitas. Se trata en realidad de un pequeño complejo situado al sur de la explanada. Su nombre proviene de su suelo, cubierto por más de 5.000 baldosas de plata con un peso de 1 kg cada una. Cerca de la entrada se puede echar un vistazo a unas cuantas de esas baldosas, ya que la mayoría están cubiertas con alfombras para protegerlas. También conocida como Wat Preah Keo (pagoda del Buda Esmeralda), la pagoda fue originalmente construida en madera en 1892 durante el reinado de Norodom -quien aparentemente se inspiró en el Wat Phra Keo de Bangkok-, y posteriormente reconstruida en 1962.

La escalera que conduce a la pagoda de Plata es de mármol italiano. En su interior, el Buda Esmeralda -que, digan lo que digan los camboyanos, está casi con seguridad hecho de cristal de bacarrá-, se sienta en un pedestal dorado en lo alto de una tarima. Enfrente hay un buda de oro de tamaño real decorado con 9.584 diamantes, el más grande de los cuales es de 25 quilates. Creado en los talleres del palacio alrededor de 1907, este buda de oro pesa unos 90 kg. Justo delante de esta figura hay una stupa en miniatura de oro y plata que contiene una reliquia de Buda traída desde Sri Lanka. A la izquierda hay un buda de bronce de 80 kg y, a la derecha, otro de plata. Más allá hay estatuillas de oro macizo que describen la vida y milagros de Buda. A lo largo de los muros de la pagoda se exponen extraordinarios ejemplos de artesanía jemer, incluidas intrincadas máscaras que se utilizaban en la danza clásica y decenas de budas de oro. Los muchos objetos preciosos regalados a los monarcas camboyanos por los diferentes jefes de estado extranjeros quedan deslucidos al lado de tan diversas y fastuosas muestras de arte jemer.

Pregunté a un cuidador cómo era posible que los jemeres rojos hubieran preservado este edificio y
casi todo su contenido, habida cuenta de su fanatismo antirreligioso y odio hacia cualquier muestra de ostentación -entre otras cosas, quemaron todo el dinero que encontraron en el Banco Central camboyano cuando conquistaron Phnom Penh-. La respuesta era obvia: lo utilizaron como escaparate para los pocos dignatarios extranjeros que visitaron Camboya en aquel entonces. Los ilusos políticos eran traídos hasta aquí y deslumbrados con el patrimonio histórico jemer al tiempo que aleccionados sobre el interés del régimen por la conservación de las riquezas culturales. Mientras tanto, a poca distancia, en la prisión de Tuol Sleng, ejecutaban diariamente a docenas de personas tras torturarlas salvajemente.

Hay otros edificios notables, como el Chan Chaya o Pabellón de la Luz Lunar, que todavía cumple su función original: servir de escenario para los espectáculos de danza clásica camboyana; o el Palacio Khemarin, la residencia del rey, separado del resto del complejo por un muro. Pero es desde la explanada, con las vistas de los bellos edificios, mezcla de lo moderno y lo antiguo, de lo secular y lo sagrado, de lo oriental y lo occidental, donde se capta mejor el espíritu de la Historia.

Para salir de uno de los pabellones se atraviesa un pasillo en cuyas paredes colgaban retratos y fotografías en blanco y negro de Sihanuk, el rey todoterreno. Varias de ellas lo mostraban en compañía de estrellas del cine locales. Su obsesión enfermiza por el cine fue uno de los motivos que acabaron provocando su derrocamiento.

Entre 1965 y 1969, Sihanuk escribió, dirigió y produjo nueve largometrajes, una cifra que dejaría corto a cualquier prolífico director de Hollywood. Sihanuk se tomó muy en serio la realización de películas, y tanto su familia como los miembros de la Administración fueron invitados a aportar su granito de arena: el ministro de Asuntos Exteriores fue el protagonista masculino de su primera película, “Apsara” (Ninfa celestial, 1965), mientras que su propia hija, la princesa Bopha Devi, interpretó a la protagonista femenina. Cuando en esa misma película se requirió una exhibición de armamento, entró en acción la fuerza aérea, al igual que la flota de helicópteros y el ejército.

Sihanuk interpretó a menudo él mismo los papeles protagonistas. Entre sus interpretaciones más destacadas están la de un espíritu del bosque y la de un general victorioso. Quizá no fue ninguna sorpresa, dada la aparente adicción del rey por el mundo del celuloide, que Camboya desafiara a Cannes con su Festival Internacional de Cine de Phnom Penh. El festival se celebró en dos ocasiones, en 1968 y 1969. En ambas, Sihanuk ganó el premio principal. Posteriormente, el monarca siguió haciendo películas, y se calcula que a lo largo de su carrera rodó alrededor de 30 largometrajes.

Tras la victoria de los jemeres rojos el 17 de abril de 1975, Sihanuk regresó a Camboya como jefe del nuevo Estado llamado Kampuchea Democrática. Dimitió en menos de un año y quedó recluido en el Palacio Real como prisionero de los propios jemeres rojos a los que había defendido; allí se quedó hasta principios de 1979 cuando, en la víspera de la invasión vietnamita, fue enviado de nuevo a Beijing. Transcurriría más de una década hasta que Sihanuk finalmente pudo regresar a Camboya.

Este peculiar monarca nunca dejó de querer serlo todo para Camboya: estadista internacional,
general, presidente, director de cine, hombre del pueblo... El 24 de septiembre de 1993, después de 38 años en la política, se estableció una vez más como rey. Su segundo período como monarca fue frustrante; reinó más que gobernó, y debió situarse por detrás de los políticos. Abdicó el 7 de octubre de 2004. Se mencionaron muchos motivos para su abdicación (su edad, una salud maltrecha), pero la mayoría de observadores indican que se trató de una decisión política calculada para asegurar el futuro de la monarquía. Mientras los políticos estaban entretenidos escogiendo un sucesor, su hijo, el rey Sihamoni subió al trono y Camboya logró superar otra crisis. Sihanuk murió en octubre de 2012, pero tiene un puesto asegurado en la historia como el último de una larga sucesión de dioses-reyes de Angkor.

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